Por Don
Serafín.
Siempre me gustó esa serie, por la canción, por
Winnie y por el título. Un título que nos recuerda que cualquier tiempo pasado
fue mejor.
Llevamos ya unos cuantos años de crisis y parece
que no se acaba nunca. Lejos quedan los buenos tiempos en los que vivíamos en
la abundancia, cobrando mucho, gastando más y trabajando más bien poco… ¿os
acordáis?
Aquellos tiempos donde los bancos eran nuestros
amigos, nos lo dieron todo a cambio de nada, para acabar traicionando la
confianza dada poco tiempo más tarde a base de impagos… ¿os acordáis?
Maravillosos tiempos, cuando los políticos se
desvivían por colmar todos nuestros deseos. Cuando los ciudadanos, avariciosos
e insaciables, pedían museos, centros de interpretación, estatuas, puentes,
aeropuertos, autovías y estaciones de AVE, para luego no utilizarlos
haciéndolos económicamente inviables… ¿os acordáis?
Años en los que los medios de los que disponía el
sistema de educación eran tales que, de no ser por la vagancia e ineptitud de
los profesores, podríamos haber sido líderes en conocimiento. Por no hablar de
las ingentes inversiones en I+D, perdidas por esos investigadores cortos de
miras que preferían huir al extranjero para hacerse los interesantes… ¿os acordáis?
Había inmigrantes por doquier, y todos ellos, con
solo entrar a un ayuntamiento, una oficina del INEM, de la seguridad social o
cualquier otro organismo público recibían grandes cantidades de dinero en
metálico y ¡vivían como reyes sin trabajar!... ¿os acordáis?
Antes había enfermos, y se les curaba sin ningún
tipo de diferenciación, sin diferenciar entre inmigrantes enfermos, ancianos
enfermos, parados enfermos o ricos enfermos, lo que hacía del sistema
totalmente inviable desde el punto de vista económico y, por tanto, moral…
¿os acordáis?
Pues yo no me acuerdo. Decididamente no, no me
acuerdo.
Recuerdo como la economía crecía imparable mientras
mi salario seguía imperturbable o simplemente descendía, recuerdo cómo subían
mis impuestos mientras se los bajaban a las grandes fortunas, recuerdo al Rey
en su yate o yéndose de caza, recuerdo cómo eliminaban mis derechos laborales y
la furia con la que se atacaba a los que los defendían, recuerdo a gente que
vivía en condiciones miserables, recuerdo los record de beneficios de las
grandes empresas, recuerdo a obispos inmorales dando clases de rectitud, recuerdo
a esos gobernantes que nos mentían y nos robaban, recuerdo los muertos en las
cunetas, recuerdo la impunidad del rico ante una justicia que machacaba sin
piedad al pobre, recuerdo a los mismos ricos de toda la vida, recuerdo fútbol,
mucho fútbol, y programas del corazón, recuerdo la manipulación en los medios
de comunicación… Recuerdo lo mismo que veo ahora como si el pasado se tornase
en presente y al revés.
Cierto que antes las cosas no estaban tan mal como
ahora, que el recorte no avanzaba al trepidante ritmo del viernes en viernes,
que existía la sensación irracional de que todo iba bien. Pero si lo miramos con
perspectiva, si analizamos razonadamente las grandes decisiones políticas, o
los indicadores económicos que realmente nos afectan, la conclusión es sencilla:
los trabajadores (por cuenta propia o ajena) han perdido bienestar mientras que
los grandes capitales, controlados por los de siempre, han crecido
descontroladamente.
Hacen un ruido ensordecedor: crisis, crisis,
crisis, prima de riesgo, crisis, los mercados, el déficit, crisis, la Merkel,
la deuda, Grecia… pero si eliminamos ese ruido superficial escucharemos lo
mismo de siempre, el mismo sonido de una batalla que intentan ocultar, que
nunca terminó, que cada vez es más cruel y que estamos perdiendo. Esto es lucha
de clases.
Son tiempos difíciles. Históricamente la decadencia
de un sistema o de un imperio siempre ha sido traumática y dolorosa. Pero la
decadencia no significa más que el amanecer de algo nuevo. En nuestra mano está
que el nuevo orden que está por nacer sea mejor para todos del que es ahora o
más cruel si cabe. Dependerá de hacia qué lado se decante la victoria.
Lee, piensa, organízate y lucha.
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