lunes, 18 de junio de 2012

Cosas que me contó mi padre



Leyendo “La CIA y la refundación del PSOE”, extracto del libro “la CIA en España” de Alfredo Grimaldos, he recordado algo que me contó mi padre. Una de esas historias que la gente responsable y de orden se apresuraría a calificar de conspiranoia, pero que releyendo este libro, siento la obligación de que dicha historia no quede en el olvido.

Este capítulo que enlazo explica los tempranos esfuerzos de la CIA en cocinar una democracia en tupper-ware ya desde los años sesenta, preparada para sacarla de la nevera a la muerte de Franco y servirla a los españoles antes de que estos puedan elegir por si mismos el menú. Es la planificación temprana de una democracia liberal en la cual dos partidos, uno conservador y otro socialdemócrata, se turnan en el poder sin poner en cuestión el sistema económico y la correlación de fuerzas internacional; operación que había de realizarse inventando un partido socialista que neutralizara al Partido Comunista de España como fuerza hegemónica entre las clases populares, en aquel tiempo la principal organización de resistencia al régimen fascista. Con la decisiva colaboración de la socialdemocracia alemana los nuevos socialistas cooptados se apropiaron de las históricas siglas del PSOE para fabricar ese partido socialdemócrata, esa cara amable del régimen que fuera referente para las izquierdas sin poner en duda al régimen. 

Como todos sabemos, la operación tuvo éxito.

Pues bien. La historia que me contó mi padre, militante de la CNT durante la transición, se la contó a su vez el protagonista de dicha historia, en el contexto de los debates internos que tuvo la CNT acerca de aceptar o no las elecciones sindicales (debate que acabó con la escisión de lo que hoy es la CGT). Este protagonista, Enrique, era un viejo militante de la CNT que luchó en la guerra civil, después luchó contra los nazis en el norte de Africa, volvió a España, padeció represión tras la guerra y siguió siendo militante del sindicato anarcosindicalista en la clandestinidad durante la dictadura, teniendo cierta responsabilidad en la organización del mismo.

Enrique era un hombre discreto y ya bastante viejo en la segunda mitad de los años 70, momento en que le habló a mi padre del día en el que al salir de trabajar, a mediados de los años sesenta, fue abordado por unos secretas que le invitaron a marchar a Madrid. Los funcionarios del régimen fascista no se molestaron en intimidarlo demasiado y tuvieron una actitud cordial con Enrique. Estos tipos le dijeron que sabían que era de la CNT y que querían hablar con él. De poco sirvieron los desesperados intentos de Enrique por hacerse el sueco: ellos sabían perfectamente quien era, de donde venía y con quien se había reunido. Lo tranquilizaron y le dijeron que sólo lo iban a llevar a una reunión en Madrid, que no se preocupara.
Enrique contó que lo llevaron a algún edificio oficial que él desconocía y que allí se encontró con dos hombres. Uno que parecía que estaba un poco como él y un conocido personaje del régimen franquista que no sabemos quién es; el otro hombre era de la UGT e hilando esta historia con el capítulo de Grimaldos, parece obvio señalar toda la operación estaba siendo orquestada por el SECED, los servicios de inteligencia franquistas, antecesor del CESID, hoy CNI. Tal vez incluso fuera uno de los hombres que se mencionan con nombres y apellidos en el libro.

El personaje franquista vino a decir esto aproximadamente: 

“Señores, un día Franco se va a morir y tenemos que preparar la llegada de la democracia a España. Para cuando llegue ese día, tenemos que estar preparados. Todos los que estamos en esta mesa tenemos un enemigo común: los comunistas y Comisiones Obreras.”

El tipo propuso que ellos –el régimen- les conseguirían toda la financiación necesaria tanto a UGT como a CNT, toda la promoción mediática y la construcción de líderes carismáticos; se comprometieron a no perseguir a sus militantes clandestinos y a que estos fueran puestos en libertad en cuanto fueran detenidos. Todo ese apoyo serviría para que UGT robara afiliados a CCOO por la derecha y CNT por su izquierda. Sólo tenían que aceptar y su sitio en la nueva democracia estaría asegurado. La CNT sólo tendría que moderar su discurso y aceptar las elecciones sindicales, elecciones donde se garantizaba su presencia gracias al apoyo del régimen.

No sabemos qué dijo el de UGT o si dijo algo. Enrique no lo supo. Sólo sabemos que Enrique dijo que la CNT era una organización asamblearia y que él no podía ni quería tomar ninguna decisión por el sindicato. Tras ello, siempre de buen rollo, mandaron a Enrique de vuelta a Zaragoza.

Treinta y tantos años más tarde podemos concluir que la UGT sí vendió su alma al diablo. O más bien sufrió la misma suerte que el PSOE: usaron las siglas históricas para construir otra cosa distinta de lo que fueron durante la guerra y exilio, exilio durante el cual ambas organizaciones languidecieron sostenidas por unos pocos militantes, que estuvieron desaparecidos por lo demás en la resistencia antifranquista. Los herederos del PSOE-Histórico pasaron en los ochenta a llamarse PASOC y participaron de la fundación de Izquierda Unida, mientras los nuevos trepas del “renovado” PSOE alcanzaron el poder y entregaron a los trabajadores al enemigo.

Por otra parte, la CNT no vendió su alma; acabó en la irrelevancia política y sindical por méritos ajenos, pero sobre todo propios. Sólo su escisión, la CGT, mantiene una cierta presencia como cuarto sindicato del país.

CCOO, el odiado enemigo comunista, finalmente fue domesticado y cooptado por otros métodos más tarde. Les costó más tiempo pero finalmente CCOO fue tomado al asalto por otros “renovadores” como Antonio Gutierrez que alejaron al sindicato de la influencia del PCE. Al fin la operación se había completado. Gutierrez posteriormente sería diputado del PSOE.

Enrique ya murió. Su historia no puede ser demostrada. Sólo podemos fiarnos de su palabra, y mi padre siempre le creyó ¿Por qué un hombre así iba a inventarse semejante historia?
Ahora, al leer toda la historia de la refundación del PSOE por la CIA, todo parece indicar que la historia era cierta. Y animo a leer el libro para que saquen ustedes sus conclusiones

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