Leyendo “La CIA y la refundación del PSOE”, extracto del
libro “la CIA en España” de Alfredo Grimaldos, he recordado algo que me contó
mi padre. Una de esas historias que la gente responsable y de orden se
apresuraría a calificar de conspiranoia, pero que releyendo este libro, siento
la obligación de que dicha historia no quede en el olvido.
Este capítulo que enlazo explica los tempranos esfuerzos de
la CIA en cocinar una democracia en tupper-ware ya desde los años sesenta,
preparada para sacarla de la nevera a la muerte de Franco y servirla a los
españoles antes de que estos puedan elegir por si mismos el menú. Es la
planificación temprana de una democracia liberal en la cual dos partidos, uno
conservador y otro socialdemócrata, se turnan en el poder sin poner en cuestión
el sistema económico y la correlación de fuerzas internacional; operación que
había de realizarse inventando un partido socialista que neutralizara al
Partido Comunista de España como fuerza hegemónica entre las clases populares,
en aquel tiempo la principal organización de resistencia al régimen fascista.
Con la decisiva colaboración de la socialdemocracia alemana los nuevos
socialistas cooptados se apropiaron de las históricas siglas del PSOE para
fabricar ese partido socialdemócrata, esa cara amable del régimen que fuera
referente para las izquierdas sin poner en duda al régimen.
Como todos sabemos, la operación tuvo éxito.
Pues bien. La historia que me contó mi padre, militante de
la CNT durante la transición, se la contó a su vez el protagonista de dicha
historia, en el contexto de los debates internos que tuvo la CNT acerca de aceptar o no las elecciones sindicales (debate que acabó con la escisión de lo que hoy es la CGT). Este protagonista, Enrique, era un viejo militante de la CNT que
luchó en la guerra civil, después luchó contra los nazis en el norte de Africa, volvió a
España, padeció represión tras la guerra y siguió siendo militante del
sindicato anarcosindicalista en la clandestinidad durante la dictadura,
teniendo cierta responsabilidad en la organización del mismo.
Enrique era un hombre discreto y ya bastante viejo en la
segunda mitad de los años 70, momento en que le habló a mi padre del día en el
que al salir de trabajar, a mediados de los años sesenta, fue abordado por unos
secretas que le invitaron a marchar a Madrid. Los funcionarios del régimen
fascista no se molestaron en intimidarlo demasiado y tuvieron una actitud
cordial con Enrique. Estos tipos le dijeron que sabían que era de la CNT y que
querían hablar con él. De poco sirvieron los desesperados intentos de Enrique por
hacerse el sueco: ellos sabían perfectamente quien era, de donde venía y con
quien se había reunido. Lo tranquilizaron y le dijeron que sólo lo iban a
llevar a una reunión en Madrid, que no se preocupara.
Enrique contó que lo llevaron a algún edificio oficial que
él desconocía y que allí se encontró con dos hombres. Uno que parecía que
estaba un poco como él y un conocido personaje del régimen franquista que no
sabemos quién es; el otro hombre era de la UGT e hilando esta historia con el
capítulo de Grimaldos, parece obvio señalar toda la operación estaba siendo
orquestada por el SECED, los servicios de inteligencia franquistas, antecesor
del CESID, hoy CNI. Tal vez incluso fuera uno de los hombres que se mencionan
con nombres y apellidos en el libro.
El personaje franquista vino a decir esto aproximadamente:
“Señores, un día Franco se va a morir y tenemos que preparar
la llegada de la democracia a España. Para cuando llegue ese día, tenemos que
estar preparados. Todos los que estamos en esta mesa tenemos un enemigo común: los
comunistas y Comisiones Obreras.”
El tipo propuso que ellos –el régimen- les conseguirían toda
la financiación necesaria tanto a UGT como a CNT, toda la promoción mediática y
la construcción de líderes carismáticos; se comprometieron a no perseguir a sus
militantes clandestinos y a que estos fueran puestos en libertad en cuanto
fueran detenidos. Todo ese apoyo serviría para que UGT robara afiliados a CCOO
por la derecha y CNT por su izquierda. Sólo tenían que aceptar y su sitio en la
nueva democracia estaría asegurado. La CNT sólo tendría que moderar su discurso
y aceptar las elecciones sindicales, elecciones donde se garantizaba su
presencia gracias al apoyo del régimen.
No sabemos qué dijo el de UGT o si dijo algo. Enrique no lo
supo. Sólo sabemos que Enrique dijo que la CNT era una organización asamblearia
y que él no podía ni quería tomar ninguna decisión por el sindicato. Tras ello,
siempre de buen rollo, mandaron a Enrique de vuelta a Zaragoza.
Treinta y tantos años más tarde podemos concluir que la UGT
sí vendió su alma al diablo. O más bien sufrió la misma suerte que el PSOE:
usaron las siglas históricas para construir otra cosa distinta de lo que fueron
durante la guerra y exilio, exilio durante el cual ambas organizaciones
languidecieron sostenidas por unos pocos militantes, que estuvieron
desaparecidos por lo demás en la resistencia antifranquista. Los herederos del
PSOE-Histórico pasaron en los ochenta a llamarse PASOC y participaron de la
fundación de Izquierda Unida, mientras los nuevos trepas del “renovado” PSOE
alcanzaron el poder y entregaron a los trabajadores al enemigo.
Por otra parte, la CNT no vendió su alma; acabó en la
irrelevancia política y sindical por méritos ajenos, pero sobre todo propios.
Sólo su escisión, la CGT, mantiene una cierta presencia como cuarto sindicato
del país.
CCOO, el odiado enemigo comunista, finalmente fue
domesticado y cooptado por otros métodos más tarde. Les costó más tiempo pero
finalmente CCOO fue tomado al asalto por otros “renovadores” como Antonio
Gutierrez que alejaron al sindicato de la influencia del PCE. Al fin la
operación se había completado. Gutierrez posteriormente sería diputado del
PSOE.
Enrique ya murió. Su historia no puede ser demostrada. Sólo
podemos fiarnos de su palabra, y mi padre siempre le creyó ¿Por qué un hombre
así iba a inventarse semejante historia?
Ahora, al leer toda la historia de la refundación del
PSOE por la CIA, todo parece indicar que la historia era cierta. Y animo a leer
el libro para que saquen ustedes sus conclusiones
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