Vivimos
tiempos en los que a través de la publicidad nos han enseñado de
forma soterrada que, aunque formemos parte de un mundo global, las
circunstancias que afectan a éste en su conjunto o al vecino de al
lado no tienen por qué influir en nuestras vidas. Tú, como
individuo diferenciado, eres un universo en ti mismo.
El
mundo puede estar viniéndose abajo pero a lo mejor a ti que eres
optimista, alternativo, que vas a tu
bola sin meterte con nadie no tienen porque afectarte nada
de lo que pase a tu alrededor.
Sí,
es un mundo global, pero vivimos en compartimentos estancos, como
nuestras casas o nuestros coches, e incluso cuando salimos a
relacionarnos con el mundo exterior, por un módico precio, podemos
elegir ámbitos con un claro derecho de admisión: colegios y
universidades privadas, bares con acceso restringido, zonas VIP en
partidos y conciertos, asientos preferentes en los medios de
transporte... y sobre todo podemos elegir entre multitud de grupos de
afinidad en los que encontrar gente como nosotros para no tener que
mezclarnos con quienes piensan diferente. ¿Debatir? ¿Confrontar
opiniones? ¿Aprender unos de otros? ¿Para qué? Tú ya tienes
todo muy claro en esta vida y no necesitas que nadie te convenza de
lo contrario. Además, eres una persona de ideas fijas y crees
que cambiar de opinión es de pusilánimes.
El
caso es que en nuestra cabeza, el ámbito social y el individual
están muy separados, como si el curso de los acontecimientos
globales no tuviera por qué afectar a nuestras vidas. Recuerda
cuantas veces has oído cosas como: “serás lo que tú quieras ser”,
“si quieres algo sólo tienes que luchar por ello”, “tienes que
buscar tu propia suerte”, “las circunstancias exteriores no son
determinantes”.
Y no sólo eso, sino que podemos verlo en
el sentido contrario, es decir, que lo que hagamos o dejemos de hacer
poco puede afectar al resto y menos aún al mundo en su conjunto ¿Qué
vamos a hacer con nuestras miserables e insignificantes vidas que
pueda cambiar el curso de los acontecimientos? Si tú sólo eres una
persona, una gota en el océano, y por mucho que digan, un grano no
hace granero. Qué más da que vayas a una mani, o hagas huelga o
votes a tal o cual partido, si total ¡por una persona más o menos
no se va a notar! No va a cambiar nada. Además que ya hay mucha
gente a la que le van esos rollos, así que para qué vas a
implicarte tú ¿para meterte en líos? Si acaso cuando empiecen
a conseguir cosas, o cuando dejen de hacer cosas estúpidas y
se pongan en serio, o cuando sean muchos más los que caminen en
sentido contrario, entonces ya te plantearás si te unes a ellos o
sigues con tu propio camino. Tú eres un alma
libre, eres
demasiado especial como para mezclarte con la chusma corriendo el
riesgo de perder tu esencia.
Pues...
amigo, amiga, lamento comunicarte que, como en los tests de las
revistas femeninas, si te sientes identificado con los párrafos
anteriores es porque sufres el “síndrome de la clase media”.
Tranquilidad, no es tan grave y tiene cura. Este síndrome produce
una fuerte pérdida de la noción de la realidad y de la propia
conciencia de sí mismo y está muy extendido. En otra época, unos
señores con barba lo denominaban “alienación”, hoy en día hay
quien lo llama “individualismo”, pero es difícil de detectar.
Sabrás como reconocer a aquellos que sufren este síndrome por la
constate alusión a la LIBERTAD para justificar todo tipo de
tropelías. Otros efectos y síntomas importantes son:
- Cortoplacitis aguda : También conocida con el nombre de “hijo-mío-tú-no-te-signifiques”. Consiste en eso, en no dar la nota, si no te mueves seguro que no te llevas el golpe, tú ahí, quieto en la mata, confórmate con tus circunstancias, no intentes cambiarlas a ver si la cosa va a ir a peor... “virgencita virgencita, que me quede como estoy”
- Síndrome de “eso-a-mi-no-me-afecta”, que en algunos se convierte en el “conmigo-no-va-la-cosa-soy-autónomo” o en un grado más avanzado de la enfermedad puede llegar a desembocar en conductas despectivas hacia los demás, conocidas como el “JODETE-eso-te-pasa-por-meterte-en-política”.
- Síndrome del "falso rico": Hace unos años no tenías iPad, ni iPod, ni iPhone, ni Tablet, ni había tele en las máquinas del gimnasio, ni Wi-Fi en el móvil. De pequeño veraneabas en Salou y ahora viajas a Tailandia, a Laponia y a Costa Rica. Tu padre tiene un coche más grande y tus hermanas visten mejor que hace veinte años ¡sólo hay que ver los videoclips!. Todo eso sólo puede significar una cosa muy clara: Se vive mejor que antes, es más, TÚ vives mejor ¡serán otros los pobres desgraciaos que están en crisis! Está claro que tú has prosperado en la vida, gracias a tu esfuerzo claro, puesto que cobras menos, trabajas más y no te pagan las horas extra. El Euribor aprieta pero no ahoga y todavía puedes cambiar de movil cada seis meses, así que se puede decir que vives desahogado, eres un afortunado. Enhorabuena, seguro que las estrellas de la tele o los futbolistas de tu equipo se morirían de envidia si vieran el tren de vida que llevas.
- Crisis de ansiedad consumista: Sus efectos se ven aliviados tras ir de shopping. Los vuelos low-cost y las webs de compras en grupo con vales de descuento también calman estas crisis, aunque no vayan al foco del problema.
Estos
son los principales síntomas y, con respecto a la recuperación:
- Se requiere de un periodo de reposo mental evitando al máximo la televisión y las emisoras de radio comerciales, esto además frenará los episodios de “ansiedad consumista”.
- Para frenar los posibles efectos de la “cortoplacitis aguda” viene bien que leas algunas de las cosas que cuelgan en el Facebook esos colegas pesaos que tienes y que van de concienciaos por la vida, y también que veas algún documental de esos que te recomiendan.
- Con respecto al síndrome del falso rico... tranquilo, la vida se encargará de reponerte de sus efectos con un tremendo tortazo que te vas a dar mientras escuchas como alguien frente a ti, con una inmensa sonrisa, pronuncia la palabra “CONFIANZA”
- Por último, para tratar el síndrome del “eso-a-mi-no-me-afecta” siempre viene bien releer los conocidísimos versos que algunos atribuyen a Bertolt Brecht y otros al pastor luterano Martin Niemöller:
«Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas,
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté, porque yo no era sindicalista,
Cuando vinieron a buscar a los judíos,
Cuando finalmente vinieron a buscarme a mi,
no había nadie más que pudiera protestar.»
Y recuerda que, más allá de nuestra toma de conciencia y de nuestras motivaciones, un cúmulo de individuos no conseguirán nada si no cooperan juntos. Y hay muchas cosas que merecen extender la mano al vecino y salir a luchar codo con codo. Los grandes momentos de la Historia se lograron en base a alianzas y no a competitividad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario