sábado, 7 de enero de 2012

Guardando las formas, perdiendo la conciencia.


Invertir tanto en políticas para fomentar el lenguaje inclusivo o para que haya paridad en los cargos que tienen visibilidad pública, si luego dejamos que la siguiente generación se eduque viendo los programas sexistas y humillantes de Telecinco o MTV-España, jugando a ser princesas Disney o escuchando reggaeton, es el colmo de la incoherencia y una muestra de cinismo que debería alarmarnos.

Mucha gente dirá: "una cosa no quita la otra, las dos cosas son importantes, el uso del lenguaje, la visibilidad y las cuotas son imprescindibles y hay que empezar por ahí para alcanzar cierta equidad", y yo lamento decirles que no opino igual, porque aunque sí es verdad que el uso del lenguaje tiene muchísimo poder, y es fundamental, no me parece que sea donde haya que concentrar todas las fuerzas mientras hacemos la vista gorda ante muestras de discriminación más flagrantes. Y aun en lo de guardar las formas deberíamos ser más coherentes, porque es muy triste ver que un concejal de un partido de izquierdas, esté un día haciéndose la foto en una concentración contra la violencia machista, y al día siguiente esté en un acto-parafernalia de Paris Hilton, estereotipo andante de mujer objeto que se erige en icono para nuestras adolescentes.



 El problema viene a ser una vuelta de tuerca más de algo ya conocido, que eso sí, está alcanzando niveles vergonzosos. Especialmente entre dirigentes y burocracias de entidades políticas y sociales que es donde más se fomenta la obsesión por guardar las formas, por parecer los más inclusivos, los más tolerantes, los más feministas, los más ecologistas, los menos racistas, los menos homófobos... y a veces se fuerzan las situaciones hasta llegar al ridículo y causar la ofensa de aquellos a quienes quieren agradar con tanta impostura y con tanto acto formal carente de contenido. Porque mantener una determinada actitud de puertas para fuera mientras las cosas siguen sin quererse cambiar no sólo es hipócrita, también es muy contraproducente, y esto último es todavía más importante ¿Por qué?

Porque mientras el grueso de la gente que se define como "de izquierdas", "concienciada" o "solidaria" se centra en luchas parciales, buscando el mínimo conato de actitud reprochable entre sus compañeros, desde la derecha nos están golpeando todos a la vez. Sí, es verdad, así ha sido siempre, pero nunca hasta este punto tan ridículo.

Porque seguimos empeñándonos por ejemplo, en ver el feminismo o cualquier tipo de discriminación como causas globales, cuando sabemos de sobra que ya no son una causa global, porque no es lo mismo nacer mujer en una familia de aristócratas que en una familia en los límites de la exclusión social; porque no es lo mismo ser negro y ser un inmigrante ilegal sin recursos que ser negro y jugar en un equipo de fútbol de primera división; porque no es lo mismo ser homosexual abiertamente siendo un artista de éxito internacional que ser homosexual en un entorno retrógrado e intolerante... Porque aunque sigue habiendo una única causa global que aglutina y fortalece todas estas luchas al parecer nos da vergüenza invocarla.


Podéis llamarlo como queráis, o podéis inventar un nombre nuevo si os incomodan los que existen, porque parece ser que hablar de izquierdas y derechas suena a rancio y a guerra civil y además no es "inclusivo" (como si la ideología fuera algo que se adquiere al nacer), la expresión "lucha de clases" provoca risa o espanto, y hablar de ricos y pobres o de los de arriba y los de abajo es naïf y por supuesto, como no demagogia (demagogía en el significado que está adquiriendo por el uso, es decir, el que alude a cualquier argumento que defienda la justicia social o el bien común).

Existe pues una potente causa global que abraza y potencia todas las otras luchas parciales, como se ha podido intuir en las movilizaciones surgidas durante el 2011. Pero también se ha podido ver en estas movilizaciones que fuertes complejos nos han impedido defenderla con dignidad. Por no enfrentarnos a la raíz de los problemas todo ha vuelto a diluirse en múltitud de luchas fragmentadas que, en pos de la inclusividad son excluyentes y que de tan independientes que quieren ser acaban cayendo en la trampa de buscar soluciones individuales bajo el paraguas del sistema económico mundial. Al final hemos querido mantener tanto las formas que hemos perdido la coherencia y la sensatez, y por el camino estamos también perdiendo la conciencia de la realidad.

Pues bien, podemos seguir así, diversificando nuestras fuerzas, centrándonos en guardar las formas, en conseguir "pequeñas cosas"... Por ejemplo colocando a las niñas de las "familias bien" en altos cargos mientras miles de mujeres sólo pueden aspirar a un empleo como limpiadoras, y sintiéndonos por ello muy feministas, pensando que sólo por el hecho de ser mujeres van a defender la causa de la mujer. O confiando en partidos "verdes" que no cuestionan determinados problemas, porque eso supondría entrar en confrontación con los intereses de quienes los financian y por eso prefieren instaurar cargas fiscales y tributos para que sólo contaminen los países, empresas y ciudadanos que puedan permitírselo económicamente. O podemos seguir engordando las cuentas corrientes de ONGs y fundaciones para que unos cuantos blanqueen dinero y hagan de la caridad un negocio en connivencia con regímenes políticos corruptos y represores, mientras aquí toleramos el desmantelamiento del Estado Social (porque ya casi nos han convencido diciéndonos que la empresa privada es más eficiente en dar servicios sociales y que "lo público" es un derroche y atenta contra las libertades individuales). Podemos seguir así, centrando nuestros esfuerzos en los detalles y en las apariencias y perdiendo por completo la perspectiva de por qué estamos luchando.



Y ya no es tanto una cuestión de ponernos de acuerdo para llevar el mismo paso, ni de difuminar las diferentes "identidades", sino que la cuestión es ser coherente. Porque la política forma parte de la vida y la vida forma parte de la política y se debe mantener la misma actitud en todos los ámbitos. Porque no podemos ignorar que las causas que provocan muchas injusticias y discriminaciones tienen un substrato político y fundamentalmente económico, y no deberíamos ser tan cobardes como para renunciar a entrar en ese terreno. Porque no se puede hacer una tortilla sin romper los huevos y porque no se puede cambiar el mundo solamente firmando manifiestos bienintencionados desde nuestros ordenadores.

Los neocon y los neoliberales lo saben, por eso están tranquilos, porque saben que miles de manifestaciones y protestas difusas no servirán de nada si no somos capaces de defender con fuerza un marco alternativo con todo lo que ello conlleva. Si seremos capaces de hacerlo o no está todavía por ver.

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