lunes, 16 de enero de 2012

Sus muertos no son nuestros muertos.


Muere Manuel Fraga y todos los medios hablan con muchas voces pero diciendo lo mismo, como viene siendo habitual. El mismo mensaje: Fraga fue un demócrata, fue la avanzadilla de la democracia, su visión trajo las libertades… Mas o menos lo que esperábamos ¿no? En cierta medida en el día de su muerte me di por satisfecho pues sucedió lo mejor que podíamos esperar: que no nos dieran la brasa demasiado. Se le han rendido honores, sí, pero podría ser peor ¿no creen? Podía haber sido algo mucho peor, mediáticamente asfixiante, semejante a cuando murió Juan Pablo II. Ha sido poco para lo que podría haber sido.

Poco comparado con lo que será la muerte del Rey. De verdad que tiemblo de pensar en ese día, en esa semana, ¡en ese mes! Tendremos a todos los medios, a todos los opinadores, a todos los creadores de opinión desde sus púlpitos, a las mejores y mas afiladas plumas mercenarias de este régimen deshaciéndose en halagos y rindiendo pleitesía a la figura de Juan Carlos de Borbón (y a la monarquía), que será elevado a categoría de paladín de la democracia y la libertad. Lo que hemos oído de Fraga pero multiplicado por mil mas o menos.

Es la versión de los vencedores, una vez más. El relato que hace de la historia de España una derecha que nunca renegó del fascismo y cuyo poder absoluto nunca fue arrebatado por la democracia, si alguna vez la hubo. Es el relato de la oligarquía franquista, cuyos apellidos se mantienen en las empresas del IBEX 35 y la banca. Es el relato de las mismas familias que prosperaron gracias al genocidio de 1936, dominaron el país durante 40 años y siguieron siendo cada vez más ricos desde 1978 hasta nuestros días y que tienen en el Partido Popular su brazo político.
Por desgracia, también es el relato de la historia que hace un PSOE, no sólo abducido por el dogma neoliberal sino tristemente también por la versión de la historia de la derecha fascista. El PSOE y por añadidura, sus medios afines, que engarzan directamente con la vieja oligarquía.

Nuestro relato de la historia es distinto. No está siempre actualizado por todos los medios de difusión masivos, no es siempre repetido machaconamente como propaganda por todos los altavoces de los medios de comunicación de masas, propiedad de la oligarquía, que periódicamente le recuerda al pueblo qué es lo que debe recordar, cual es su memoria.
Nuestro relato está tejido con la memoria viva de las personas. Lo que nos contaron nuestros abuelos, nuestros familiares exiliados, nuestros padres, nuestros hermanos… o que ellos vivieron en primera persona, lo que vieron, lo que oyeron, lo que vivimos nosotros mismos y nos empecinamos en recordar… contamos con canciones que cuentan historias y transmiten dignidad y orgullo; a todo esto se une el trabajo de historiadores extranjeros y otros de casa, que van recomponiendo las piezas de esa memoria y dándoles sentido, encajándolas y mostrando un mosaico mas parecido a la verdad que toda la propaganda que el régimen se esfuerza en plantar en la cabeza de los españoles, no sin cierto éxito.

En nuestra historia Fraga era un ministro del gobierno de Franco que justificó y aplaudió los asesinatos de los luchadores antifascistas de clandestinidad. Movilizó la prensa adicta y a la censura para maquillar los actos criminales del régimen, como por otra parte no podía esperarse otra cosa de un destacado franquista. Ruano, Grimau, Tellez… pero hay más. Los asesinatos en Vitoria en 1976 de los obreros en huelga atrapados en la iglesia, acribillados por la policía, cuyo máximo responsable era Fraga en aquel momento.

Y la democracia la trajo el pueblo. Pero en algún momento se la volvieron a arrebatar sin que se diera cuenta. No sabemos muy bien que ha sucedido. Tal vez debamos pedir explicaciones a Felipe Gonzalez.

Nuestra “democracia” cuenta entre sus mártires a torturadores como Melitón Manzanas y a fascistas como Carrero Blanco porque fueron víctimas de ETA. Pero cuando pedimos que los muertos por luchar contra el franquismo sean reconocidos como víctimas cuya memoria la democracia debería preservar, se nos dice que hay que olvidar el pasado y no abrir viejas heridas. Tal argumento es un cinismo y una hipocresía tan insultante que invalida moral y políticamente esta democracia que vivimos. El torturador Melitón Manzanas cayó ajusticiado en 1968 y hay que recordarlo como víctima del terrorismo y rehabilitar su figura mientras que debemos olvidar el asesinato de Enrique Ruano en 1969 por el grave delito de repartir propaganda contra el franquismo.

Nuestros muertos siguen en los cementerios y las cunetas esperando ser reconocidos como lo que fueron: los que defendieron la única democracia real que ha tenido este país. La II República sigue esperando ser la única legitimidad y el único precedente para construir otra democracia a partir de ella.
Hay monumentos a los antifascistas españoles y hay lugares donde sus nombres se asocian a los héroes, pero hay que ir a Francia para poder verlos.

Bajo el estruendo de la propaganda del régimen, de sus radios, sus televisiones y sus diarios, debemos seguir narrando el relato de los nuestros. Debemos esforzarnos en seguir contando nuestra historia, la historia del pueblo y los trabajadores. De boca a boca, entre susurros y copas, desde humildes alcaldías donde todavía se puede hacer algo, y sobre todo sentando junto a ti a un hermano, un sobrino o un hijo… y así comenzar a contarle la historia.

Su historia.

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